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Unas gotas de ironía para endulzar el Dharma. La importancia del humor en la enseñanza del budismo por Elena Pita

“La risa es la máxima manifestación de la falta de enjuiciamiento, y por tanto, de libertad: nada libera más que dejar de juzgar al otro. Llegué a esta forma de pensar y al humor a través de la meditación y la práctica budista”. Fue la respuesta que en una entrevista me brindó la gran cómica Marta González de Vega, actriz y guionista de los mejores humoristas españoles; entre otros, José Mota, el humor surrealista más de aquí y de ahora.

Sólo entonces entendí por qué cuando asisto a una lección de Lama Dondrub espero con ilusión la próxima chanza, con la sonrisa ya dibujada en los labios, brotando de la garganta a la primera: como si atendiera a una comedia. Quise indagar en ello y enseguida llegué a otro recuerdo: mi entrevista a Leonard Cohen, año 2001, poco después de que el excelso rapsoda dejara provisionalmente el monasterio budista donde había permanecido los últimos años. Su patrimonio había sido expoliado y se vio obligado a grabar un nuevo disco y volver a la carretera en gira: no, no fue Cohen un monje mendicante.

Fui abducida al encuentro; abducida por la fascinación que este poeta y cantante siempre ha despertado en mí, desde la más temprana adolescencia. Cuál sería mi estupor cuando, en respuesta a mi primera cuestión, o tal vez incluso antes –no recuerdo con exactitud, pero nada más sentarme frente a él en la habitación que ocupaba en el Hotel Palace de Madrid–, Cohen me pregunta: “¿Me dejas que te cuente un chiste?” Aquello rompía la idea preconcebida que siempre había albergado en torno a sus tan melancólicas líricas. No fue un solo chiste, sino varios los que me contó a lo largo de nuestra conversación y, toda vez, después de pedirme permiso para ello con su natural elegancia de caballero más al norte del norte ( Westmount, Canadá , septiembre de 1934–noviembre de 2016, Los Ángeles, EE.UU.), pese a lucir un cráneo afeitado y una serie de
afeites que denotaban su práctica budista y que empero desencajaban con su atuendo encorbatado. Sí, su momento vital era sin duda el de un buen Bodhisattva.

“Si la espiritualidad no tiene humor, no lo es.”

Ngawang Rinchen – Ngagpa Sangha Activa

Con estas intuiciones, casi evidencias, recurrí al maestro Ngawang Rinchen, nuestro venerado ngagpa Jordi Gómez, secretario de Sangha Activa y coordinador del centro budista en Vilassar de Mar, quien en un mediodía soleado del pasado marzo, almorzando en Dones d´Aigüa, me explicó el sentido y la importancia que tiene el humor en la enseñanza del camino. “Los maestros budistas han de tener unas cualidades y poner en práctica una serie de estrategias para hacer llegar el Dharma a sus discípulos. Las cualidad primordiales son la compasión y la amabilidad, y entre los medios hábiles para acercarse a quienes les escuchan, el humor es uno de los esenciales” –me explicó para a continuación sentenciar: “Si tu espiritualidad no tiene humor, no lo es”. “El Dharma es un camino para madurar la mente, y para predisponerte a aprender, tu mente ha de estar relajada: el humor, el estado de ánimo alegre y dinámico, despierto, nos ayuda a ello. También es esencial para que el maestro logre una cercanía con sus discípulos y, en este sentido, la forma en que se exprese es vital: si a lo que es importante y complejo de entender, como lo sagrado, lo haces intocable y lo distancias, lo conviertes en inaccesible. El estudiante ha de sentir la proximidad del maestro, y esto no se consigue hablando desde un pódium”.

Me habló Jordi de los maestros tibetanos que utilizan el humor en sus lecciones, especialmente me aconsejó asomarme a la biografía de Dzongsar Jamyang Khyentse  Rinpoche , actual representante de un linaje familiar de lamas que se remonta a 1820. Director de cine, guionista, lama, actor y comentarista son según Wikipedia sus muy variados y sorprendentes oficios. Conocido en el mundo del cine como Khyentse Norbu, nació en Bután en 1961 y ha dedicado su vida a llevar la enseñanza del Dharma por el mundo, fundador de numerosos centros de estudio a través de la Khyentse
Foundation. Se inició en el cine asesorando a Bernardo Bertolucci para el rodaje de El pequeño buda. Y ahí le quedó el alma prendada: ha dirigido cuatro largometrajes y es autor de un sinfín de bestsellers ensayísticos y alguna novela. Mundialmente reverenciado, considerado uno de los más destacados líderes budistas contemporáneos, su sentido de humor e ironía le han granjeado una reputación mundial de franqueza y sinceridad:
“Khyentse cuenta y dice las cosas como son”, se lee en sus críticas. De ello dan cuenta algunos de sus títulos (Cómo saber si no eres budista, The guru drinks bourbon (El gurú que bebía bourbon) o No para ser feliz, cuya portada se ilustra con una copa de dry Martini). Echemos un vistazo a su respuesta en una entrevista, preguntado por el peligro de los apegos en el materialista mundo del celuloide: “Yo solía viajar en camiones nocturnos en la India, a tumbos toda la noche con la música ruidosísima de películas de Bollywood.Últimamente me va más la limusina: creo que necesito
urgentemente un retiro en el lugar más remoto de la India, sí”. O cuando dice que no sabe si es homosexual o no, que se lo está pensando.

A la postre, y al hilo de las explicaciones que Jordi iba desgranando mientras disfrutábamos las delicias que alimentan el cuerpo en el monasterio de Sant Iscle de Vallalta, recordé otro asunto que también me sorprende hace tiempo. Una de las materias en principio más arduas de abordar para un discípulo, el aprender a morir, es impartida en Sangha Activa por Ngawang Khadro, ngagpa Montserrat Falguera, a quien podrás reconocer en un simple primer encuentro por su agudo sentido del humor. Tampoco este importante detalle del curso Aprendiendo de la Muerte, que Montserrat imparte todos los años, respondía a la casualidad o, peor aún, al equívoco, sino que es muestra de su enorme sabiduría y su forma de saber aproximarse al otro, constatando, una vez más, que “sin humor no hay espiritualidad” –Jordi, dixit.

Escrito por Elena Pita.

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