Desde hace más de una década padezco una severa tensión muscular que además de incapacitarme de forma importante, también me ocasiona un gran sufrimiento físico. Esto me produce una sensación prácticamente continua de estar atrapado en una camisa de fuerza de la que intento desasirme y en la medida que estiro para sacarme esta atadura más me aprieta.
La tensión muscular y el dolor en las vértebras y articulaciones son dos malestares que se han ido retro-alimentado a lo largo del transcurso de los años, convirtiéndose en un mecanismo automatizado que domina el estado de mi cuerpo. Esta vivencia para mí tan pesada de sobre llevar en el día a día me ha dado la oportunidad de tomar conciencia para poder valorar y disfrutar de las pequeñas cosas que suelen pasar inadvertidas. Son las más sutiles y fugaces que nos atraviesan a modo de destellos imperceptibles pero que nos llegan a lo más profundo de nuestro ser. Imágenes, olores, sabores y sonidos pueden transportarnos, aunque solo sea momentáneamente, a una situación apacible donde confluyen mente y conciencia. Es por medio de los sentidos, pero sobre todo de la mente por donde nos conectamos con nuestra auténtica esencia.
En mi caso el sufrimiento me ha llegado a cegar por completo, que junto con una medicación inadecuada me instaló demasiado tiempo en una especie de bucle de ansiedad y rigidez muscular. Un circuito cerrado que nunca se desconecta, si no más bien se carga constantemente con mi propia actitud de resistencia a sucumbir ante el padecimiento que supone una situación de esta índole, en la que se conjugan el malestar propio de la afectación con la frustración de no poder transmitirlo sin caer en victimismos.
En toda dolencia existe una interconexión entre cuerpo y mente en la que lo físico y lo psíquico forman un todo difícil de disgregar, lo cual complica el acertar con la terapia más adecuada en cada caso. He llegado a la conclusión de que la ansiedad me acompaña desde la adolescencia, cuando comencé a sentir la presión por la responsabilidad de hacer bien las cosas en tiempo y forma. En aquellos años de juventud y auto presión todo era muy pasajero, o inmediato borraba lo anterior y permitía limpiar la mente de las angustias acumuladas…
Al entrar en el mundo laboral la auto exigencia por progresar profesionalmente me desbordó, propiciando un estado continuo de ansiedad que solamente se suavizaba en las vacaciones cuando podía soltar parte de la tensión y lograba más calma mental.
La búsqueda de una solución terapéutica ha sido un camino de sufrimiento añadido al malestar inicial, porque creó nuevos elementos de inquietud e intranquilidad al tener una urgencia extrema en encontrar una solución eficaz y rápida a unos males cronificados.
La dificultad ha radicado en que una dolencia física de origen psíquico confunda y despiste tanto a los terapeutas como a mí como paciente, con la consiguiente pérdida de tiempo, de energía y de dinero. A base de dar palos de ciego y probar terapias muy poco acertadas respecto a mi dolencia me parece que he conseguido encauzar un camino hacia la curación. Al final la búsqueda interior me ha llevado a tomar conciencia de que mi alteración física se originaba en una falta de calma mental.
Las actividades de la vida diaria agitan la mente y en ocasiones la sacan del equilibrio necesario para vivir de una forma saludable. La meditación, el yoga y otras técnicas orientales ayudan a calmar la mente en base a un entreno continuado.
En los últimos años la tecnología está proporcionando herramientas de apoyo al entrenamiento mental, consiguiendo resultados en diferentes tipos de afecciones, mi mejora es consecuencia de un tratamiento que, combinando tecnología y juegos, potencia la atención y concentración del paciente.
Encontrar la curación depende de dos cosas: comprender lo que nos ocurre y acertar con los medios que nos devuelvan al equilibrio.
Juan Manuel Roses, estudiante de los Grupos de Investigación en la Meditación (GIM) y miembro del Comité Ético de Sangha Activa.
Empresario
FRASES DESTACADAS:
“El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional” (Buda)
“Cualquiera puede dominar un sufrimiento, excepto el que lo siente” (W. Shakespeare)
“El mundo está lleno de sufrimiento pero también de superación del mismo” (Helen Keller)